jueves, 1 de noviembre de 2007

Entrevista al artista León Ferrari

León Ferrari: León de Oro (y no lo dice solo Garabatto)

-Fragmento de una entrevista realizada al artista en octubre de 2006-

León Ferrari no necesita dar respuestas a todo ni etiquetar cada pensamiento. Su discurso fresco y su actitud serena y desafiante disimulan sus (ahora 87) 86 años, y aunque ya no toma el pincel como una bayoneta, como dijo alguna vez, dispara y no se salva nadie. En esta entrevista el artista hace un recorrido por su carrera artística y su vida: su relación con el arte a lo largo de los años y su visión de la cultura occidental. Pero nunca abandona el presente, y deja claro que le sobran cartuchos para seguir dando batalla.
-Los géneros y materiales fueron cambiando a lo largo de su trayectoria ¿El mensaje de su arte es siempre el mismo?
-Definirlo es enjaularlo. En una época, yo creía que sólo podía ser político, pero ya no: pienso que es algo muy amplio y medio confuso. Y que puede usarse, y se usó, con muchos objetivos diferentes: por ejemplo, los grandes pintores que admiramos hicieron cosas horribles con él, para decirnos que si no nos portamos bien nos vamos a ese lugar inventado que es el infierno. El arte es como un grano de arena, solo que en vez de decir lo que pensás en una charla de café, lo decís con un cuadro, que de repente despierta todos los escándalos, como pasó en el 2004.
A pesar de lo que dice, a León le cuesta no volcarse a lo político: cree que la vanguardia artística está en la acción de muchos movimientos jóvenes, que no sólo colaboran directamente, con los piqueteros, por ejemplo, sino que hacen un planteo distinto, como los escraches. “Ellos ayudan a la gente, yo hago denuncias”.
-Su Retrospectiva de 2004 implicó fuertes acusaciones a la Iglesia. ¿Había planeado una difusión tan amplia?
-No creo que pueda repetir un éxito tan grande. Fue como si la Iglesia hubiese acordado conmigo en hacer una muestra juntos. Hice una campaña contra su intolerancia, y tuve la suerte de que reaccionaran dándome la razón. El desprecio al que piensa diferente y la amenaza del infierno son la columna vertebral de occidente y eso es resultado de lo que dicen los libros sagrados. Se fue desparramando a lo largo de la historia. Por eso a veces digo que hay un vínculo entre la Iglesia y Auscwhitz: el antijudaísmo de Jesús, reivindicado por la religión cristiana, generó el antisemitismo de Hitler y el Holocausto. Y también originó la matanza de los aborígenes –no tenían alma, decían-, la esclavitud en Asia y África, las brujas de la Inquisición, al presidente Bush, y el Proceso, acá en Argentina. El infierno es el logotipo de occidente.
De los estantes cuelgan tres trampas para ratones, con fotos del dictador Videla, del actual Papa Joseph Ratzinger y del presidente estadounidense George W Bush.
-Vivió en Brasil desde que empezó el Proceso hasta 1992. ¿La distancia influyó en su obra?
-El exilio significó un cambio más en mi planteo acerca del arte: primero fue algo que me gustaba hacer, después un arma política, y en esa época, la forma de ganarme la vida. Fue muy fuerte por todo lo que estaba pasando en el país.
En el país “pasaba” la dictadura, que, en lo personal, heriría a León en lo más profundo: no sólo tuvo que irse, sino que también desapareció su hijo Ariel.
-A 30 años del Golpe Militar, ¿Qué hechos reflejan la intolerancia en la Argentina de hoy?
-La sociedad está dividida entre los que comen y los que no comen: con el gobierno de Kirchner se avanzó en los derechos humanos de los que comen. Y la gente no toma conciencia de la tortura que significa la miseria. La gente no entiende que los que no comen se comerían a los que comen si no hubiera una barrera policial, que cuando se levanta, a alguno le rompen la cabeza. Yo tengo una visión muy pesimista del mundo, la justicia es un desastre, la religión, como dijo Marx, no permite que la humanidad avance…estamos jodidos.
-Sin embargo, usted sigue para adelante. ¿Ya tiene otros proyectos?
-Estoy trabajando bastante, pienso en hacer otra obra, que no sea una escultura sino muchas cosas separadas, unidas de alguna forma. Me parece interesante ver el trabajo de ir de un planeta a otro con escaleras o puentes. Igualmente siempre digo que no hay que hablar, que es mejor no explicar nada para que el público pueda arriesgarse a pensar un mensaje mucho más lindo que el que otro le pueda decir. No hay que limitar la imaginación del que mira.

*Por Nira Dinerstein y Shirly Said

1 comentario:

Unknown dijo...

Que buena entrevista. Felicitaciones a las dos.