jueves, 15 de noviembre de 2007

Siempre se vuelve a los orígenes

En las últimas dos décadas la sofisticación de lo gastronómico llegó a niveles impensados. El buen comer se convirtió en un ritual para todos los sentidos donde la complejidad de los sabores, aromas y texturas, se mezclan con técnicas clave de cocción, la elección de la vajilla y la ambientación de los espacios.
Pero sería un error pensar que sólo en los platos extra elaborados está lo atractivo. Hoy más que nunca están en lo cierto los diseñadores de moda y las abuelas modernas cuando aseguran que “todo vuelve”. Y lo que resurge en este caso como la última tendencia gastronómica son, nada menos, que los hábitos más rudimentarios de la alimentación.
La comida cruda y con las manos se planta fuerte en el menú de los restó más vanguardistas del mundo sin resignar un gramo de glamour. Y aunque se trata de dos culturas muy distintas, la reminiscencia Picapiedras invita a las degustaciones más osadas.
Raw food es el nombre del estilo que corta por lo sano en medio de la alimentación apresurada de la gran ciudad. Lejos de toda excentricidad, la elección de verduras deshidratadas, brotes de cereal y semillas procesadas apunta a conservar las propiedades nutritivas y vitamínicas de los productos orgánicos en su punto óptimo. En lenguaje urbano: alimentos no carnívoros cultivados sin pesticidas ni químicos y calentados sólo hasta 37 grados centígrados.
En sus orígenes californianos de los años 60´, los hippies secaban las frutas y verduras al sol, pero eso suele complicarse en la era de la capa de ozono y el calentamiento global.
En las casas de raw food los cheff preparan vegetales y frutas secas en hornos deshidratadores especiales. Entre los platos más pedidos salen el taboule de quinoa, el gazpacho (sopa fría) de zapallo y los panqueques de lino y coco rallado. Para tomar, horchata (leche) de almendras y vinos orgánicos, y de postre pasteles con harina de algarroba que poco tienen para envidiar a los brownies más gourmet.
Como toda ocurrencia audaz, la raw food ya cosechó fieles seguidores entre los artistas. Demi Moore, Sting y hasta Maddonna se lanzaron a la difusión de esta forma de vida que ya probó efectividad en la mejora de estados de ánimo, problemas estomacales y jaquecas.
Sin duda más cerca de estrellas que de artistas, la finger food se instaló como una alternativa menos espiritual pero cien por ciento apetecible. El concepto se basa en platos y cazuelas como únicos elementos de vajilla: lo demás está en manos de los comensales.
Con un alto impacto en recepciones empresariales y festejos de bodas, las mini mozzarellas rebozadas, las croquetas de corvina sobre salsa de curry y los espárragos fritos son los componentes más populares de mesas coloridas y bandejas reambulantes a las que los invitados pueden recurrir en todo momento. Y aún sin fiestas a la vista, quienes quieran participar a sus dedos en la cena pueden hacerlo en restaurantes especializados.
Lo cierto es que semillas más, dedos menos, lo jugado se fusiona con lo sabroso en opciones para todas las costumbres y paladares. Y según el grado de disposición a cambiar la alimentación diaria, lo último en comidas ofrece platos para todos los gustos.

*Por Shirly Said

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